El quinto número de la revista anual que promueve los conocimientos y técnicas en diseño, artesanía e industria, aborda el tema del movimiento de rotación.

Rotar: El mundo gira, y con él, todo lo que existe en él: tú, yo, los árboles, los océanos y las montañas. Podríamos haber caído en la ilusión de que todo está quieto, pero la realidad es que estamos en constante movimiento. El planeta gira sobre su eje y orbita alrededor del sol, y, en cierto modo, en este preciso instante, todos somos producto de la rotación: la vida en la Tierra solo es posible gracias a los ciclos de días, estaciones y años. Como escribe Simon Bauchet en su artículo «Máquinas de rotación», los seres humanos siempre han utilizado el movimiento de rotación para poner en marcha máquinas y crear el mundo material que nos rodea. Rotar es más que una simple palabra: es una dinámica, una fuerza, una necesidad, incluso una filosofía. Los artesanos lo saben bien. Sus talleres están llenos de objetos que giran: la rueda de alfarero, el torno de carpintero, el huso de la hilandera que extrae la lana para hacer hilo. El vidrio también puede ser moldeado por los sopladores de vidrio en discos, que capturan la luz y son los antecesores de los cristales de nuestras ventanas modernas. El vidrio antiguo es prueba de este conocimiento: irregular y vibrante, su apariencia refleja su producción artesanal. No es un material fácil de trabajar: hay que comprender su ritmo, guiar su movimiento y seguir la forma que desea tomar, en lugar de intentar controlarla. Nos preguntamos: ¿por qué la rotación a menudo lo hace más manejable? ¿Por qué al girarlo se vuelve más ligero? Todo depende de dominar la rotación, del equilibrio entre velocidad y precisión. Cada movimiento, cada giro, es importante. Demasiado rápido y todo se desmorona; demasiado lento y nada toma forma.
También exploramos otros ámbitos. Repasamos los conceptos básicos de física: fuerzas centrífugas, gravitatorias y giroscópicas, como las que permiten que un frisbee se deslice por el aire. Dondequiera que se encuentre energía en los movimientos caóticos de la naturaleza, los seres humanos han sabido capturarla con tecnologías que giran. Los molinos de viento, testimonio de siglos de ingenio, con sus aspas moviéndose con la más leve brisa, hoy han sido reemplazados por turbinas hidroeléctricas, a menudo gigantescas, que transforman la energía del agua en electricidad. Los giradiscos, esculturas cinéticas que hacen visible el viento mediante su rotación continua, reflejan nuestra necesidad de jugar con el movimiento: no solo de usarlo, sino también de admirarlo por lo que es: un fenómeno a la vez poderoso e hipnótico. Y entonces alzamos la vista y vemos más círculos. El ciclo de las estaciones se repite sin cesar. El sol sale, se pone y vuelve a salir. La luna crece, desaparece y renace. La forma y la naturaleza cíclica de estos ritmos naturales dieron origen a otro invento humano, que no ha dejado de girar desde entonces: ¡el tiempo! Desde que comenzamos a medirlo con relojes, el tiempo ha logrado la hazaña de girar mientras avanza constantemente. Podríamos pensar que girar significa repetir, estar condenados a volver al punto de partida. Pero no es así. La rotación es progreso. Cada giro nos lleva a un lugar nuevo. Cada ciclo, aunque parezca idéntico, es en realidad una variación, un nuevo paso. Es un bucle que nunca se cierra; en cualquier caso, así lo vemos en esta nueva edición de Tools. Hay algo vertiginoso en esta idea. Si todo gira, nada se detiene. El tiempo avanza, inexorable. En las manecillas de los relojes, los agujeros describen círculos sin pausa. Nos recuerda que todo pasará, que todo cambiará. Que nosotros también formamos parte de este gran movimiento: nuestra existencia es una revolución, un ciclo con un principio y un fin. Es como un disco donde la aguja sigue los surcos sin parar, y reproduce la misma melodía una y otra vez, pero nunca exactamente la misma canción. El cuerpo humano también puede girar. Los bailarines que giran —desafiando la gravedad, jugando con el equilibrio, creando movimiento con su propia inercia— conocen bien este vértigo. Tomemos el ejemplo del patinador que acelera su rotación acercando los brazos al cuerpo, o el bailarín de pole dance que usa la distribución de su peso para moverse alrededor del palo. Jugar con este vértigo y convertirlo en fuente de creación y expresión es una de las muchas cosas bellas que los humanos sabemos hacer. Incluso nuestros pensamientos siguen una lógica circular. En francés, se dice que una idea que surge, desaparece y luego vuelve en otra forma «gira en círculo» (literalmente) o «se repite constantemente» (figurativamente). Esto no tiene por qué ser algo negativo: volver a las mismas intuiciones e imágenes una y otra vez les permite madurar y alcanzar su forma ideal, como una bola de arcilla en el torno. Este número de la revista Tools es el más dinámico hasta la fecha. Es ágil, vibrante y dinámico; casi nos deja boquiabiertos. Está inspirado en la naturaleza, pero también en las manos humanas, que siempre han guiado y moldeado un mundo en constante movimiento.